¿GANAR O SER FELICES?


En repetidas ocasiones me encuentro en medio de un argumento (pleito, jaloneo, agarrada de pelos, gritos y sombrerazos) generalmente con algún miembro de mi familia, léase mi marido o alguno de mis hijos y, como si alguien de “arriba” me mandara una señal me paralizo y me pongo a analizar la situación (todo esto mientras sigo gritando, claro, soy “multitasker” por sobre todas las cosas).

Mi primera reacción es: “¿estoy haciendo lo correcto?¿Tengo razón de estar enojada?¿Vale la pena todo esto, lleva a un fin más elevado que el sólo ganar el argumento?

¡Híjole! Obvio, me es super difícil decidirlo. “De nada sirve ser juez y parte”, me podrán decir ustedes. Y si, en la superficie esto es cierto. Es muy complicado ser juez y parte; pero, sin embargo, es el trabajito que venimos a hacer a este mundo (aparte de ser felices, claro).

¿Pero cómo que ser juez y parte es lo que venimos a hacer a este mundo? Pues desmenuzándolo un poco, han de estar de acuerdo conmigo en que encontrar la capacidad de estar conectados a nosotros, de cacharnos en el chantaje, sabotaje, ego, miedo e ira nos ayudaría enormemente a estar en el presente y, por ende, ser felices.

¡Uchalas! Pero, ¿para qué tanta complicación? Pues es que resulta que aparte de vivir con nosotros mismos, con nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y sensaciones, compartimos el mundo con miles de millones de personas y personajes (hay gente que no se puede calificar de otro modo). Y cada una de estas personas y personajes (igual y nosotros somos el personaje ¡!) tienen una manera única de ver, sentir, procesar, curar, resolver, retroalimentar y evolucionar. 

Regresando a mi pleito... Estoy en medio de los gritos y sombrerazos, dando mis “razones super válidas” de por qué “x” cosa me molesta. La persona que tengo enfrente me contesta que simplemente no me comprende y me explica sus “razones super válidas” de por qué hizo “x” cosa. ¿Cómo le hacemos? ¿Cómo paramos tanto grito y metemos el freno? ¿Cómo podemos empezar a escuchar al otro si por momentos no sabemos ni escucharnos a nosotros mismos?

Siendo como soy, me he fijado que mi ser siempre busca el equilibrio y lo que creo que es justo. Aún en medio de una discusión que me parece tener ganada aún sin empezar a pelear, me cacho dudando de que lo que creo y siento sea lo correcto. Por supuesto que esta manera de reaccionar (o accionar) me ha llevado a conciliar muchísimas veces, pero he de confesar que ha habido ocasiones en donde siento que no he sido lo suficientemente firme defendiendo mi punto. Y no es tanto el hecho de ganar o que me pidan una disculpa, más bien me encamino a la sensación que se queda dentro mío de satisfacción por poder comunicar lo que me pasa y lo que soy. 

Todo esto lo puedo resumir, en una frase que he utilizado a lo largo de mi matrimonio: “Escoge tus batallas”. No las que creas que vas a ganar, sino las que REALMENTE sean importantes para ti. 

Obvio que si fuéramos el Dalai Lama o Jesucristo, pues nada de esto aplicaría, pero como seres comunes y corrientes (más corriente que común) es imperativo que intentemos conocernos. Es la única posibilidad que tenemos de escucharnos, entendernos y, eso nos llevará a escuchar y entender al otro. 

Cuando un coche va a toda velocidad es bien difícil frenarlo. Así me siento cuando estoy discutiendo algo, mi enojo y frustración van en aumento y por momentos siento ganas de:
  1. Mandar todo a la chingada
  2. Golpear a la persona con la que estoy discutiendo

Ninguna de las dos situaciones soluciona nada. Y entonces he tenido que idear otra manera de proceder. Generalmente intento meterme al baño a solas o quedarme callada cinco minutos escuchando mi respiración y procesando la información que tengo. La mía y la que me da la otra persona. Y ahí es donde empiezan mis preguntas. Esos cinco minutos logran desconectarme del enojo y, me facilitan la tarea de r a z o n a r. Me logro dar un espacio para bajarme los humos y darle oportunidad al otro a explicar lo que le pasa.

Ojo, por supuesto que hay ocasiones que sí me doy cuenta que ya estoy diciendo puras necedades y aún así me sigo montada en la carreta. No es tan sencillo para mí, para  mi ego y mi vanidad, aceptar que “ya se me botó el chango” y que hay más argumentos válidos que los míos.

Y sí, lo óptimo sería que nada de lo que hacen las otras personas me afectara. Pero bueno, ya que sé que esto es un hecho, busco poco a poco la manera de conciliar, llegar a un punto medio y comprometerme a respetar. Suena complicado pero creo que es menos difícil cuando lo que ganas es paz, tranquilidad y felicidad.

Comentarios

Entradas populares