MI CUERPO
Hoy, mi cuerpo me pidió que lo perdonara. Que lo perdonara por no verse como yo quiero; porque no funciona como yo espero; me pidió disculpas por los rollos en la panza y los brazos gordos. Me pidió que lo disculpara por tener los ojos chiquitos y la nariz grande. Por ser chaparra y tener las manos gordas.
Y, ¿cómo lo voy a perdonar si me han dicho toda la vida que lo bonito es delgado, alargado, estilizado y proporcionado? ¿Cómo lo voy a perdonar si le dan alergias y se inflama con la lechuga? ¿Cómo voy a hacer las paces con él si siempre escuché a mi mamá decir que "las flacas estaban muy bien y las gordas muy mal"? ¿Cómo lo acepto si le cuesta trabajo el cardio y prefiere los rancheritos que las almendras?
Mi cuerpo me rogó que lo perdonara.
Sentí varias cosas: primero me dió ternura. Después lástima. Luego me enojé porque no es diferente. Finalmente me solté llorando un poco impotente.
Al final, le dediqué un minuto en silencio. Le agradecí (me costó trabajo, debo admitir). Mi cuerpo, desesperado, me volvió a pedir una disculpa. Me tocó una fibra y seguí llorando.
Me puse una mano en el corazón y me agaché ante él. Lo honré. Y, creo que alguna manera, lo perdoné.
De alguna manera, me perdoné a mí.
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