AL FIN SOLOS

¡Al fin solos! Se acaban de ir mis papás. Vinieron de visita una semana. No me lo tomen a mal, amo a mis padres, las semanas anteriores a su llegada estaba emocionada, la noche antes casi no pude dormir de la emoción pensando en todo lo que íbamos a hacer juntos. Y de repente, llegan.

Que relaciones tan extrañas las que hacemos con nuestros padres, un sentimiento de amor-odio tan fuerte a veces, que hasta pena te da decirlo en voz alta. Sobre todo cuando ya eres adulto y empiezas a entenderlos; porque cuando eres adolescente no te importa (y de hecho lo haces con bastante frecuencia) gritárselos hasta en la cara que no los soportas. Pero cuando ya has salido a la vida, vives solo, te casaste y tienes hijos. Ahí sí que hasta vergüenza te da tener siquiera estos pensamientos asesinos.

Y créanme que tengo una excelente relación con mis padres, con mucho amor; pero a veces pueden llegar a picarte los botones correctos que te hacen despotricar.

Yo no sé ustedes pero al menos en mi familia, mi padre es como un tierno osito de peluche que nada más habla de “gadgets”, dice bromas y se emociona por las cosas más pequeñas de la vida. Así que el problema no es tanto con él, siempre y cuando no hablemos de puntos de vista referentes a educación, matrimonio y el comportamiento “autorizado” para una mujer, porque ahí sí podemos pasar horas discutiendo sin llegar a nada.

A mi madre la respeto profundamente, es una mujer de lucha, de trabajo, de nunca quejarse, no hablar mal de nadie. Una mujer moderna, que trabaja y gana su dinero para ayudar a mi padre en tiempos difíciles. Pero tiene una manera de decir las cosas un tanto alarmista. De repente hace unas preguntas que me pueden hacer la cabeza estallar. ¿Por qué? Porque da justo en el blanco de lo que no quiero decir. ¿Será que somos tan parecidas que por eso intenta hacerme platicar lo que me preocupa en lugar de sólo comentar sobre el clima? Porque tiendo a ser evasiva con lo que me preocupa, hasta con mis amigas recuesta trabajo. Así que mi madre siempre atina.

“Mariana, ¿por qué te salieron esas lonjitas ahí en la panza? Si tú no las tenías, mi amor”. “Si mamá, pero he estado comiendo mucho y puessss, no te preocupes ya estoy yendo al gimnasio”. “Oye Mariana, pero ¿por qué te has vuelto tan callada?” “¡Ay mamá porque me salí de la casa a los 21 años!, la gente cambia”.

¿Qué tipo de preguntas son esas? ¿Será que estoy loca por ponerme histérica con estas preguntas supuestamente inocentes? ¿Será que nuestras madres, al tener una conexión genética siempre nos van a pulsar esos botones especiales que nos hacen saltar de la silla?. Todo esto le preguntaba a mi esposo, cuando de repente me dice: “No, mi amor, tu mamá sí tiene una manera “especial” de decir las cosas” ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡No soy sólo yo! Claro que lo había comentado también con mis hermanas, pero ellas no cuentan porque también es su mamá, así que no hay objetividad.

Para colmo de males vivo en una playa, todas las actividades que tenía planeadas tenían que ver con el mar, el aire libre, la playa, la lancha… y desde que mis papás pisaron la ciudad donde vivo, no paró de llover. No les estoy exagerando, no paró de llover. Así que tenía a mis papás casi todo el día en mi casa, sin mucho que hacer, observando cada movimiento que hacía. Si salimos por ahí, fuimos de compras, salimos a cenar, hicimos una comida e invitamos a mis amigas y mis suegros…
Y me di cuenta de algo, me encanta estar con mis papás, siempre y cuando tenga un “backup” de atención, como una hermana, una tía o algo así. De esa manera todos platicamos, no se están enfocando en mí y me divierto muchísimo.

Yo no sé si les pase a ustedes pero de repente, viendo a mis papás siento una presión por ser “la hija perfecta”, que estén orgullosos de mí, que ya no haya más preguntas, pero al parecer siempre hay más preguntas. Sé que están orgullosos de mí. Pero siento que a veces se les olvida que todas tenemos defectos, momentos de mal humor. Uno de esos días mi mamá le hizo una de sus “famosas” preguntas a mi papá al respecto de algo que él hace que mi mamá considera que no está bien. Así que mi papá se voltea y le dice: “Deja de filosofar sobre mis defectos y mejor ponte a filosofar sobre los tuyos”. Me encantó la frase, tal vez porque hacía 2 minutos mi mamá me estaba bombardeando con preguntas y yo estaba el filo de la navaja. Pero me pareció una manera galante de decirle que ya no estuviera jodiendo. Finalmente todos somos adultos y cada quién se debería de preocupar por sus propias cosas.

De repente regreso a casa de mis papás, con mis hermanas y me doy cuenta que ellas son más abiertas con mis papás que yo. Les platican sus cosas, lloran con ellos, como si no tuvieran nada que demostrar. Tal vez el hecho de que me haya casado a los 21 y me haya mudado al otro lado del país ayude, tal vez es mi personalidad perfeccionista que a veces no me permite abrirme y contar mis miedos más íntimos; porque sí puedo platicar de las cosas comunes de mi día, de “los administrativos” como les llamo, pero cuando se trata de llorar con alguna de mis amigas, cuando de verdad tengo miedo, angustia, pensamientos extremos, ahí si prefiero estar sola; lidiarlo sola.¿Será que mi ego es tan grande que no me permite mostrarme vulnerable ante la gente que más me quiere? Total que siempre tengo una excusa para no contar mis problemas, y cuando por fin suelta un poco de lo que me pasa, mis amigas no saben cómo reaccionar, ni siquiera saben qué decirme.

Y de repente llega mi mamá y empieza a hacer las justas preguntas sobre los justos miedos que tengo, sobre lo justo que me cuesta trabajo platicar y me cuesta soltar la rienda, me cuesta aflojar el antifaz de “todo está perfecto” y la única reacción que tengo es encabronarme y desesperarme.

Entonces, ¿son los papás esas personas que con sus comentarios nos hacen encabronar? ¿o nos encabronamos solos porque nos dieron en el clavo? Pues creo que todo depende de la relación que tengas con dichas personitas; creo que en mi caso es un poco de ambas, ya que no me imagino a mi mamá haciendo comentarios malintencionados a propósito; pero creo que también sabe perfecto qué es lo que me afecta y en su personalidad de psicóloga (de hecho esa es su profesión) intenta llegar al meollo del asunto.

Y así, entre risas, enojos, anécdotas y un profundo sentimiento de nostalgia me la pasé esa semana de lluvia intensa y emociones a flor de piel.

Comentarios

Entradas populares